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jueves, 4 de junio de 2015

Himnos y rugby. Enseñando respeto.

De plena actividad tras la reciente final de copa del Rey, Topo nos envía el siguiente enlace de interés.
El partido: Irlanda -Inglaterra del VI naciones 2007


Algunos aun tienen que aprender, en lo del respeto a los himnos.
Sugiero la lectura de este artículo.

El orgullo de Croke Park - ANTENA 3 TV 
 


 
 El orgullo de Croke Park

Es triste pensar en lo que se vivió este pasado viernes en el Vicente Calderón. Pero a su vez, ese incidente nos recuerda uno de los momentos históricos más emocionantes del deporte ovalado. Aquel día en el que, por unas horas, Croke Park se convirtió en el sitio más especial del planeta.

Bruno López (@BrunoLpez)  |  Madrid  | Actualizado el 28/05/2012 a las 17:03 horas
24 de Febrero de 2007. Croke Park, Dublín. Partido del Seis Naciones entre Irlanda e Inglaterra. 83.000 personas aguardan con nervios a que las autoridades tomen asiento y se comiencen a interpretar los himnos nacionales. Desde Inglaterra, mirando por el televisor, muchos aguardan expectantes y temerosos a su himno nacional. El silencio previo es mágico, contundente, algo grande se anticipa, se puede sentir en los presentes. También hay miedo en las autoridades…Pero, ¿Por qué? ¿Qué tiene todo esto de especial?
Viajemos en el tiempo. Más de 80 años. Mismo estadio, misma ciudad, en un lejano 21 de Noviembre de 1920, durante la Guerra de Independencia Irlandesa. Tropas de la división auxiliar británica irrumpieron en Croke Park durante un partido de fútbol gaélico disparando contra el público, matando 13 espectadores y el capitán de uno de los equipos, Michael Hogan. Fue una mancha sangrienta de las muchas que tuvo el conflicto. Otro “Bloody Sunday” más. No sería el último. Durante 80 años, se veta todo lo inglés en ese estadio. Se convierte en un templo gaélico, sede de la Asociación Gaélica de Deportes. Allí sólo se practica Hurling y Fútbol Gaélico. Una de sus gradas lleva el nombre de Hogan “The Hogan Stand”. Se trata de un refugio, un recuerdo y un olvido.
Y así pasa el tiempo, cuántas cosas cambian en 80 años, ¿no? Y en 2007, el clásico Lansdowne Road sufre una remodelación, y los partidos del Seis Naciones se jugarán en Croke Park. Todos tiemblan. La prensa no falta a su cita para calentar el ambiente las semanas previas. Muchos se temen lo peor, otros censuran directamente que se vaya a dejar pisar al equipo inglés el estadio, mucho menos que suene el “God Save the Queen”. Los programas de radio arden con llamadas airadas de muchas partes de Irlanda. El simple hecho de que el Secretario de Estado Norirlandés Peter Hain pisara el templo era impensable hace no mucho. Pero confirma su asistencia. Los más sensatos hablan de cerrar una etapa, de culminar un largo caminar y del orgullo Irlandés. Se trata de recordar olvidando. O de olvidar recordando.
Momento para los himnosMomento para los himnos | Foto: Agencias

Llega el día. El momento mágico. Volvemos a esos instantes previos a los himnos. Con la amenaza de los agoreros en la cabeza de la gente “habrá silbidos, lanzamiento de objetos, se boicoteará el himno” decían, el speaker anuncia solemne: “Ladies and gentlemen, the anthems will now be played”. Allí están los dos equipos, rojo primero y verde después, conteniendo la respiración. Seguro que a los mayores del lugar les pasó mucho por la cabeza, seguro que alguno lloró antes incluso de que sonaran las primeras notas, seguro que alguno pensó en los que ya no están, en quién se sentaba a su lado, en las tres banderas que se izaban en lo alto del estadio. Y entonces…
…Entonces sonó el “God Save the Queen” majestuoso himno, solemne, cantado por los ingleses que había en la grada, por los hijos de San Jorge. El XV de la Rosa canta, saben del significado de estar pisando ese césped, no en vano han tenido una sesión específica de historia en la preparación del partido. Mientras la cámara termina su recorrido suenan las últimas letras: “Long to reign over us, God save our Queen”. Y se escuchan aplausos. No hay ni un silbido. Los miedos se disipan. Los comentaristas afirman “Creo que ha sido increíble. ¿A qué venían todos esos temores?”. Se escuchan los gritos de la afición inglesa. Pero el momento mágico no ha terminado no, no ha hecho más que comenzar. Porque a continuación se escucha la rendición más emotiva, orgullosa y especial de la Canción del Soldado que se haya escuchado jamás.
Y mientras 83.000 irlandeses proclaman su amor por su patria, mientras suenan los primeros acordes, la cámara enfoca a un Hayes que no para de llorar agarrado al capitán O’Driscoll. Las cámaras enfocan al pequeño Stringer rodeado de las dos torres O’Callahan y O’Connell, en esa imagen que tantas veces hemos visto. Las cámaras enfocan a los jugadores norirlandeses Best y Trimble respetando el himno de sus compañeros del sur. Y el peso de la letra cae como esos 80 años que han pasado desde 1920: “Soldados somos, que hemos jurado nuestra lealtad a Irlanda…” dice esa canción del Soldado. El volumen en Croke park aumenta y parece que no son sólo 83.000 sino millones de irlandeses los que cantan en la grada, incluidos 14 que allí se quedaron para siempre. Termina y las trompetas anuncian el “Ireland’s Call”. Cambia la lengua, de gaélico a inglés, pero permanece el sentimiento. Flannery, ojos cerrados mirando al suelo, no para de llorar. “Ha llegado el momento, ha llegado la hora…” reza el Ireland’s Call. “Hemos venido a responder la llamada de nuestro país, por las cuatro orgullosas provincias de Irlanda”. Y todos, incluidos aquellos que están a miles de kilómetros, viendo por la televisión, cantan el estribillo: “Ireland! Ireland! Together, standing tall! Shoulder, to shoulder, we’ll answer Ireland’s Call!!”. Las cámaras se centran ahora en Brian O’Driscoll, su mirada perdida, ¿En qué pensará? Ronan O’Gara, tan ajeno siempre a las emociones, termina el himno al borde del llanto. En apenas cuatro minutos, se han cerrado heridas que llevaban abiertas muchas décadas.

¿Y el partido? Preguntaran algunos. El partido sólo hizo que confirmar que aquel día pasaría a la historia. Irlanda ganó 43-13, un auténtico recital. Jim Stokes escribió aquel día en la BBC que “en 45 años viendo rugby, no he visto jamás un partido con tanta intensidad, tantas emociones y tanta fuerza como el que se ha jugado hoy en Croke Park”. Aquel día, Irlanda dio una lección. Aquel día, los 83.000 espectadores dieron una lección. Proclamaron su amor por una bandera a través del orgullo y el respeto al rival. Entendieron que el respeto no se pide con silbidos, el respeto se gana con nuestros actos. El mundo entero agradeció el gesto. Es una pena que algunos no hayan sabido recoger el testigo. En fin, siempre nos quedará el orgullo de Croke Park.




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