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RUGBY EN EL PATIO DEL PENAL
Juristas contra presos: rugby por encima de la ley en Estremera
ANA GÓMEZ
PRISIONESRUGBYABOGADOSINSTITUCIONES PENITENCIARIASILUSTRE COLEGIO DE ABOGADOS DE MADRID
25.09.2016 – 05:00 H.
En el Centro Penitenciario Madrid VII, de Estremera, el tiempo corre más ligero para los 40 reclusos de la Escuela de rugby Madiba. El año se reparte entre la ansiedad del entrenamiento previo a cada uno de los cuatro o cinco partidos y la gloria del día después, como la que saborean este domingo, después de imponerse por un ensayo ante un equipo 'de ley', veteranos del equipo de Derecho con refuerzos de Soto del Real.
Abogados, magistrados, catedráticos de Derecho y hasta funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía se vieron las caras con responsables de delitos que van del robo común hasta el secuestro y la extorsión, pero fuera del contexto habitual. De los pasillos de los juzgados al patio de arena, de los trajes de chaqueta a la camiseta y las medias, de la hostilidad y la desconfianza a la camaradería del deporte. Como en 'Invictus' (Clint Eastwood, 2009), el rugby une.
"A los chicos les gusta y les satisface la actividad... y el aliciente de organizar un partido cada tres meses les engancha todavía más a la Escuela", comenta a este diario el funcionario que puso en marcha esta iniciativa hace cinco años, Carlos S. El compromiso de este sábado les enfrentaba a un grupo de veteranos ligados a este deporte desde hace décadas, y que han quedado tan contentos que ya quieren "repetir la experiencia".
"Ha sido como Oxford-Cambridge, todo correctísimo y muy respetuoso, en un deporte que tiene su complejidad en que te caes, te placan...", afirma encantado el capitán de los veteranos de Derecho, el penalista Jacinto Romera. No oculta que en un primer momento el equipo visitante se sintió impresionado por las medidas de seguridad para entrar a la cárcel, los escáneres en los que pitan hasta las cremalleras del pantalón y los imponentes muros de hormigón de diez metros de altura que daban paso al patio de arena, reseco y duro. Una instalación que dista del Campo Central de la Ciudad Universitaria de Madrid y que ha dejado algún que otro arañazo en la anatomía de los jugadores.
Y también han quedado muchas muestras de cariño. "Después de abrir y cerrar tantas esclusas, nos hemos saludado en el patio y nos han matado a abrazos", comenta el capitán de los veteranos de Soto del Real, Carlos Huguet. "Una gente majísima, superpoderosa, que han hecho un partido muy limpio y bastante equilibrado", insiste.
Es el Día de la Merced, la patrona de la institución, y la cita se prepara desde hace semanas, también en la página de Facebook de la Escuela de rugby Madiba. Carlos también había compartido la alineación del equipo local, en previsión de que tenía que cederle a los visitantes algún que otro jugador para poder hacer más cambios. En la plantilla oficial, despuntan nombres como Pitbull, un interno rumano de impresionantes medidas, México, Putin o Telenovelas. Un grupo multicultural en el que hay cinco nacionalidades suramericanas, un iraní, marroquíes y españoles de todas partes del país.
"El rugby les gusta porque libera muchas tensiones, agresividad y adrenalina, y durante el tiempo que están en el campo se olvidan de todo lo demás"
Romera reconoce que además de la superioridad numérica, los chicos de Carlos ganan en corpulencia y juventud. "Yo tengo 56 años, y nuestra media era más o menos esa, frente a la de los chavales de unos 20 o 30 años de edad, con 40 como máximo", comenta. "No hay un perfil único de los jugadores", explica el entrenador Carlos. "Hay internos que están preventivos, otros están penados por todos los delitos que puedes imaginar y también los hay que están esperando para salir en tercer grado...". Impacta tanto como sorprende jugar contra el conocido líder de una banda de secuestradores con delitos de sangre sobre el que pesa una condena de 25 años y con el que te abrazas y chocas las manos. "Creo que es más gratificante para nosotros casi que para los presos", resume Huguet.
Los abogados visitantes salieron al campo invocando a los grandes de este deporte, con la dignidad de Paco Méndez, del Colegio de Abogados, que mandó callar a su propia afición por silbar al rival (con éxito).
Los capitanes de los equipos rivales
Y con la determinación de Felipe Blanco, cuyos férreos placajes permitieron el brillante juego a la mano de la escuela.
Los presos resultaron más hábiles de lo que sugería su falta de experiencia, con suficiente capacidad técnica para dar fluidez al juego. Eso sí, su actitud estaba muy por encima, y se aplicaron con dureza notable en el placaje y en los agrupamientos, a los que entraban sin contemplaciones. Derecho tuvo que dar el alma para no ser arrollado de un plumazo.
De hecho, se llegó al descanso con ventaja de los presos. Sin embargo, el banquillo local no tenía tanta habilidad, y perdió varios balones, lo que dio un respiro en la segunda parte, que Derecho afrontó con más oficio, escondiendo el balón, y buscando el juego cerrado. Pero la remontada no fue suficiente y los presos se levaron el partido. En definitiva, según el relato del jugador Íñigo Moré, se trató de una victoria justa y limpia, incluso elegante, porque hay que reconocer que pudieron meter más ensayos, en lugar de a sus jugadores novatos.
El fantasma de Torbe jugando con zapatos
La población reclusa de la cárcel de Estremera ha visto pasar nombres muy mediáticos, desde Francisco Granados hasta el empresario de cine porno Torbe. "Pocos famosos se han apuntado a la escuela", desvela Carlos, que como padre de la iniciativa ha visto pasar en cinco años entre 300 y 400 presos interesados en jugar al rugby. "Cada mes prueban cuatro o cinco internos, de los que dos no vuelven, uno se compromete más o menos y dos se quedan para siempre", explica.
"Por eso me hizo mucha gracia ver en la tele que contaban cómo Torbe jugaba todos los días al rugby, cuando solo vino una vez. Para que veas la distorsión que hay de lo que pasa aquí dentro", dice. Torbe era de los que ya conocía el deporte, había estado incluso en el Getxo juvenil, pero después de probar "no volvió nunca más".
"El rugby les gusta porque libera muchas tensiones, agresividad y adrenalina, y durante el tiempo que están en el campo se olvidan de todo. El rugby propone unos valores que pueden tener olvidados de su vida anterior, como la solidaridad, compañerismo, disciplina...", dice el funcionario-entrenador, que además de invertir su tiempo libre en los entrenamientos ha pagado de su bolsillo parte de la equipación.
Una marca que no quiso identificarse les mandó una equipación completa (con pantalón, medias y camisetas para todos), bien numerados y rotulados, con el escudo del equipo. La Fundación Decathlon en su momento también les regaló nueve balones y algunos protectores bucales pero el resto de la equipación la llevan los equipos que van a jugar a Estremera; camisetas viejas, pantalones para que las rompan en los entrenamientos, "porque algunos chavales no tienen dinero ni para camisetas, ni botas, ni nada. Todo ese tipo de regalos nos vienen muy bien", dice Carlos.
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